¿Qué es la Estatua de la Libertad?

Part of ¿Qué fue?

Illustrated by John Hinderliter
Translated by Yanitzia Canetti
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Paperback
$6.99 US
5.37"W x 7.7"H x 0.24"D  
On sale May 02, 2023 | 112 Pages | 9780593658208
Grades 3-7
Reading Level: Lexile 780L
A symbol of freedom, democracy, and friendship, the Statue of Liberty now takes her place as the latest subject in the What Was? series.

Símbolo de libertad, democracia y amistad, la Estatua de la Libertad se convierte en el último tema de la serie ¿Qué fue?


In 1876, France gave the United States a very big and very special present--the Statue of Liberty. The gift was to commemorate the 100th birthday of the United States, and just packing it was no small feat--350 pieces in 214 crates shipped across the ocean. The story of how the 111-foot-tall lady took her place in New York Harbor will fascinate young readers.

En 1876, Francia hizo un regalo muy grande y muy especial a los Estados Unidos: la Estatua de la Libertad. El regalo era para conmemorar el centenario de los Estados Unidos, y su embalaje no fue poca cosa: 350 piezas en 214 cajas enviadas a través del océano. La historia de cómo la dama de 111 pies de altura ocupó su lugar en el puerto de Nueva York fascinará a los jóvenes lectores.
© Joan Holub
Joan Holub is the New York Times–bestselling author and illustrator of more than 140 children’s books, including Breakout at the Bug Lab, Who Was Babe Ruth?, and the Goddess Girls series. Prior to publishing her first title in 1992, she was an associate art director at Scholastic. View titles by Joan Holub
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¿Qué es la Estatua de la Libertad?
 

En julio de 1976, los Estados Unidos estaban de fiesta. Era el bicentenario de la firma de la Declaración de Independencia. En todo el país, pueblos y ciudades lo celebraron. En Nueva York, hubo fuegos artificiales, desfiles y discursos patrióticos. En medio de todo ello, se erigía el símbolo de la libertad estadounidense: la Estatua de la Libertad.
 
El nombre real de la estatua es Liberty Enlightening the World, (La libertad ilumina el mundo) pero a menudo se le llama Lady Liberty o Estatua de la Libertad. Es enorme: mide 151 pies y una pulgada. Es una altura equivalente a una torre de 35 niños de once años parados uno encima del otro.
 
Está hecha de cobre y es hueca, con una estructura metálica de soporte en su interior similar a un esqueleto y escaleras para que los visitantes puedan subir a su corona. En la actualidad, unos 4 millones de personas la visitan cada año.
 
Al igual que la bandera, la estatua aparece en los carteles del ejército, en los sellos de correos y en el billete de diez dólares. La han utilizado para promover desde jabones hasta hamburguesas. Ha aparecido en películas como El planeta de los simios, El día de la independencia y Superman II.
 
Desde 1886, la estatua ha ofrecido un mensaje de esperanza a los inmigrantes que llegan a EE. UU. Desde finales del siglo XIX hasta el siglo XX, llegaron millones de personas. La mayoría procedía de Europa, donde era difícil ganar dinero para sobrevivir. Cruzaron el Océano Atlántico en barcos de vapor. Cuando los barcos llegaban al puerto de Nueva York, lo primero que veían era la Estatua de la Libertad. Todos se alegraban y a veces lloraban de alegría. Por fin habían llegado a EE. UU., la tierra de la libertad, donde esperaban empezar una vida nueva y mejor.
 
Durante las I y II Guerras Mundiales, los soldados estadounidenses salían de la ciudad de Nueva York con destino a los campos de batalla europeos. Al salir los barcos, pasaban por delante de la estatua, lo que les inspiraba sentimientos patrióticos. Y al regresar, después de las guerras, la estatua estaba allí para darles la bienvenida a casa.
 
Sorprendentemente, la Estatua de la Libertad no fue idea de EE. UU. Fue un regalo del pueblo de Francia. Un profesor francés fue el que propuso la idea, un escultor francés diseñó la estatua y un ingeniero francés creó su estructura interior. Al principio, los estadounidenses ni siquiera estaban seguros de querer la estatua. Algunos desconfiaban de las razones del regalo. Estuvieron a punto de decirle que no a Francia.
 
 
Capítulo 1: La gran idea

 
Todo comenzó en 1865 en una cena en las afueras de París, Francia. Eso cuenta la leyenda que se publicó en un folleto para recaudar fondos para la Estatua de la Libertad 20 años después. La fiesta fue en la casa del profesor de derecho Edouard de Laboulaye. Era un experto en historia americana. Había escrito libros sobre el modo de gobierno estadounidense. Pensaba que todos los países deberían ser como EE. UU., libres de elegir a sus propios gobernantes.
 
La Guerra Civil había terminado en EE. UU. Laboulaye admiraba a Abraham Lincoln por haber puesto fin a la esclavitud y haber unido a todos los estados después de la guerra. Esto indicaba que la forma de gobierno democrática era fuerte, ya que había funcionado bien incluso en tiempos difíciles.
 
Al igual que las 13 colonias americanas se habían levantado contra el rey de Inglaterra, el pueblo francés se había rebelado contra su rey. La Revolución Francesa ocurrió en 1789, trece años después de que los estadounidenses proclamaran su independencia. Pero, la Revolución Francesa terminó en un desastre. En lugar de convertirse en un país libre, como EE. UU., Francia siguió gobernada por varios emperadores. Su palabra era la ley. Los franceses no podían decir nada contra el gobierno sin meterse en un buen lío.
 
Laboulaye quería hacer una declaración en apoyo a la libertad política, pero necesitaba hacerlo de una manera que no lo pusiera en peligro. No pudo evitar soñar: ¿Qué pasaría si Francia regalara a EE. UU. un sorprendente monumento que celebrara la libertad?
 
Uno de los invitados a la cena de Laboulaye esa noche era Frédéric--Auguste Bartholdi, un escultor. A Bartholdi le gustaba trabajar a lo grande. Había ido a ver las pirámides y la Esfinge en Egipto. Estos gigantescos monumentos lo habían impresionado. No estaba tan interesado en la política de EE. UU. como Laboulaye, pero le encantaba la idea de su estatua y se ofreció a esculpirla.
 
Por supuesto que Bartholdi y también Laboulaye sabían que esa estatua podía llevarlos a prisión. Serían arrestados por la policía secreta del emperador Napoleón III. Esta idea quedó en suspenso, pero no olvidada.
 
Mientras tanto, Bartholdi realizó un segundo viaje a Egipto en 1869. Esperaba diseñar un faro en la entrada del recién construido Canal de Suez, que conectaba el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo. No sería un faro ordinario: Tendría forma de mujer. Quiso llamarlo “Egipto lleva la luz a Asia”. Además de iluminar el camino de los barcos, su estatua simbolizaría a Egipto abriendo camino a nuevas ideas.
 
Bartholdi hizo bocetos y modelos de la estatua. Al gobernante de Egipto le gustó el proyecto, pero no tenía dinero para construirla. Muchos creen que Bartholdi basó la Estatua de la Libertad en sus ideas para el faro del Canal de Suez. Nunca quiso decir por qué había hecho ambos diseños como mujeres con ropas antiguas, o por qué ambas llevan coronas y sostienen una antorcha en alto en una mano.
 
En 1870, Napoleón III ya no estaba en el poder. Laboulaye esperaba que ahora una democracia echara raíces en Francia. La presentación de una estatua en honor a la libertad en Estados Unidos podría inspirar a los franceses a trabajar por un gobierno propio liberal y elegido. Sabía que la construcción de una estatua gigantesca costaría mucho dinero. ¿Pensarían sus conciudadanos que valía la pena?
 
¿Y los estadounidenses? ¿Qué pensarían de la idea? ¿Estarían de acuerdo en aceptar la estatua? ¿Ofrecerían un terreno adecuado para construir la estatua? Bartholdi decidió ir a averiguarlo.
 
 
Capítulo 2: La isla de Bedloe
 
 
Bartholdi partió hacia EE. UU. en junio de 1871. Allí debía reunirse con personas importantes que Laboulaye conocía: hombres ricos y políticos. Eran el tipo de personas que podían hacer grandes cosas, como una gran estatua. Cuando el barco de Bartholdi entró en el puerto de Nueva York, vio la isla de Bedloe. En la isla había un fuerte con forma de estrella. 
 
Este era el lugar perfecto para la estatua de sus sueños. Situada en el puerto de la mayor ciudad de EE. UU., sería vista por millones de personas. Este lugar sería mucho mejor que un puerto más pequeño, un parque o una plaza de la ciudad. Bartholdi estaba cada vez más emocionado. Todavía no había pisado suelo americano y ¡ya había encontrado el lugar perfecto para su estatua!
 
Durante los meses siguientes, Bartholdi visitó a los amigos de Laboulaye en ciudades de todo EE. UU. La gente lo acogió en todas partes. Conoció al poeta Henry Wadsworth Longfellow y a Brigham Young, líder de la Iglesia Mormona. Cuando se reunió con el presidente Ulysses S. Grant, Bartholdi le preguntó si su estatua podía erigirse en la isla de Bedloe, pero nada se decidió con seguridad. Bartholdi le habló a todo el mundo de la estatua. Era encantador y un buen vendedor. A todos les caía bien, pero eso no significaba que les gustara su idea. Parecía algo descabellado, como un sueño que nunca se haría realidad. Sin embargo, su visita hizo que los estadounidenses hablaran de su estatua.
 
Cuando Bartholdi regresó a Francia, estaba más entusiasmado que nunca. No podía dejar de pensar en la isla de Bedloe. Antes de su viaje, había hecho algunos bocetos de cómo podría ser su estatua. Incluso había hecho pequeños modelos de la estatua en terracota, un tipo de arcilla que se utiliza en alfarería. Se parecían mucho a sus modelos de faros de Suez.
 
De hecho, su plan era hacer que su nueva Estatua de la Libertad fuera también un faro. Tal vez esperaba que una estatua tan útil pudiera atraer a los estadounidenses. Al principio, no estaba seguro de si encender la corona o la antorcha. Pero ahora que había encontrado el lugar perfecto para su estatua, era el momento de finalizar su diseño.
 
Estudió cómo otros artistas habían pintado figuras y escenas que representaban la idea de la libertad. Observó las monedas antiguas con la imagen de la diosa romana Libertas. Leyó sobre una famosa estatua antigua llamada el Coloso de Rodas. Leyó libros sobre los antiguos monumentos de Egipto que tanto admiraba. Luego pasó los siguientes meses haciendo más modelos de arcilla. Si hubiera podido mostrarle a la gente exactamente cómo se vería la estatua, quizá se hubieran entusiasmado con el proyecto tanto como él.

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A symbol of freedom, democracy, and friendship, the Statue of Liberty now takes her place as the latest subject in the What Was? series.

Símbolo de libertad, democracia y amistad, la Estatua de la Libertad se convierte en el último tema de la serie ¿Qué fue?


In 1876, France gave the United States a very big and very special present--the Statue of Liberty. The gift was to commemorate the 100th birthday of the United States, and just packing it was no small feat--350 pieces in 214 crates shipped across the ocean. The story of how the 111-foot-tall lady took her place in New York Harbor will fascinate young readers.

En 1876, Francia hizo un regalo muy grande y muy especial a los Estados Unidos: la Estatua de la Libertad. El regalo era para conmemorar el centenario de los Estados Unidos, y su embalaje no fue poca cosa: 350 piezas en 214 cajas enviadas a través del océano. La historia de cómo la dama de 111 pies de altura ocupó su lugar en el puerto de Nueva York fascinará a los jóvenes lectores.

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© Joan Holub
Joan Holub is the New York Times–bestselling author and illustrator of more than 140 children’s books, including Breakout at the Bug Lab, Who Was Babe Ruth?, and the Goddess Girls series. Prior to publishing her first title in 1992, she was an associate art director at Scholastic. View titles by Joan Holub
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¿Qué es la Estatua de la Libertad?
 

En julio de 1976, los Estados Unidos estaban de fiesta. Era el bicentenario de la firma de la Declaración de Independencia. En todo el país, pueblos y ciudades lo celebraron. En Nueva York, hubo fuegos artificiales, desfiles y discursos patrióticos. En medio de todo ello, se erigía el símbolo de la libertad estadounidense: la Estatua de la Libertad.
 
El nombre real de la estatua es Liberty Enlightening the World, (La libertad ilumina el mundo) pero a menudo se le llama Lady Liberty o Estatua de la Libertad. Es enorme: mide 151 pies y una pulgada. Es una altura equivalente a una torre de 35 niños de once años parados uno encima del otro.
 
Está hecha de cobre y es hueca, con una estructura metálica de soporte en su interior similar a un esqueleto y escaleras para que los visitantes puedan subir a su corona. En la actualidad, unos 4 millones de personas la visitan cada año.
 
Al igual que la bandera, la estatua aparece en los carteles del ejército, en los sellos de correos y en el billete de diez dólares. La han utilizado para promover desde jabones hasta hamburguesas. Ha aparecido en películas como El planeta de los simios, El día de la independencia y Superman II.
 
Desde 1886, la estatua ha ofrecido un mensaje de esperanza a los inmigrantes que llegan a EE. UU. Desde finales del siglo XIX hasta el siglo XX, llegaron millones de personas. La mayoría procedía de Europa, donde era difícil ganar dinero para sobrevivir. Cruzaron el Océano Atlántico en barcos de vapor. Cuando los barcos llegaban al puerto de Nueva York, lo primero que veían era la Estatua de la Libertad. Todos se alegraban y a veces lloraban de alegría. Por fin habían llegado a EE. UU., la tierra de la libertad, donde esperaban empezar una vida nueva y mejor.
 
Durante las I y II Guerras Mundiales, los soldados estadounidenses salían de la ciudad de Nueva York con destino a los campos de batalla europeos. Al salir los barcos, pasaban por delante de la estatua, lo que les inspiraba sentimientos patrióticos. Y al regresar, después de las guerras, la estatua estaba allí para darles la bienvenida a casa.
 
Sorprendentemente, la Estatua de la Libertad no fue idea de EE. UU. Fue un regalo del pueblo de Francia. Un profesor francés fue el que propuso la idea, un escultor francés diseñó la estatua y un ingeniero francés creó su estructura interior. Al principio, los estadounidenses ni siquiera estaban seguros de querer la estatua. Algunos desconfiaban de las razones del regalo. Estuvieron a punto de decirle que no a Francia.
 
 
Capítulo 1: La gran idea

 
Todo comenzó en 1865 en una cena en las afueras de París, Francia. Eso cuenta la leyenda que se publicó en un folleto para recaudar fondos para la Estatua de la Libertad 20 años después. La fiesta fue en la casa del profesor de derecho Edouard de Laboulaye. Era un experto en historia americana. Había escrito libros sobre el modo de gobierno estadounidense. Pensaba que todos los países deberían ser como EE. UU., libres de elegir a sus propios gobernantes.
 
La Guerra Civil había terminado en EE. UU. Laboulaye admiraba a Abraham Lincoln por haber puesto fin a la esclavitud y haber unido a todos los estados después de la guerra. Esto indicaba que la forma de gobierno democrática era fuerte, ya que había funcionado bien incluso en tiempos difíciles.
 
Al igual que las 13 colonias americanas se habían levantado contra el rey de Inglaterra, el pueblo francés se había rebelado contra su rey. La Revolución Francesa ocurrió en 1789, trece años después de que los estadounidenses proclamaran su independencia. Pero, la Revolución Francesa terminó en un desastre. En lugar de convertirse en un país libre, como EE. UU., Francia siguió gobernada por varios emperadores. Su palabra era la ley. Los franceses no podían decir nada contra el gobierno sin meterse en un buen lío.
 
Laboulaye quería hacer una declaración en apoyo a la libertad política, pero necesitaba hacerlo de una manera que no lo pusiera en peligro. No pudo evitar soñar: ¿Qué pasaría si Francia regalara a EE. UU. un sorprendente monumento que celebrara la libertad?
 
Uno de los invitados a la cena de Laboulaye esa noche era Frédéric--Auguste Bartholdi, un escultor. A Bartholdi le gustaba trabajar a lo grande. Había ido a ver las pirámides y la Esfinge en Egipto. Estos gigantescos monumentos lo habían impresionado. No estaba tan interesado en la política de EE. UU. como Laboulaye, pero le encantaba la idea de su estatua y se ofreció a esculpirla.
 
Por supuesto que Bartholdi y también Laboulaye sabían que esa estatua podía llevarlos a prisión. Serían arrestados por la policía secreta del emperador Napoleón III. Esta idea quedó en suspenso, pero no olvidada.
 
Mientras tanto, Bartholdi realizó un segundo viaje a Egipto en 1869. Esperaba diseñar un faro en la entrada del recién construido Canal de Suez, que conectaba el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo. No sería un faro ordinario: Tendría forma de mujer. Quiso llamarlo “Egipto lleva la luz a Asia”. Además de iluminar el camino de los barcos, su estatua simbolizaría a Egipto abriendo camino a nuevas ideas.
 
Bartholdi hizo bocetos y modelos de la estatua. Al gobernante de Egipto le gustó el proyecto, pero no tenía dinero para construirla. Muchos creen que Bartholdi basó la Estatua de la Libertad en sus ideas para el faro del Canal de Suez. Nunca quiso decir por qué había hecho ambos diseños como mujeres con ropas antiguas, o por qué ambas llevan coronas y sostienen una antorcha en alto en una mano.
 
En 1870, Napoleón III ya no estaba en el poder. Laboulaye esperaba que ahora una democracia echara raíces en Francia. La presentación de una estatua en honor a la libertad en Estados Unidos podría inspirar a los franceses a trabajar por un gobierno propio liberal y elegido. Sabía que la construcción de una estatua gigantesca costaría mucho dinero. ¿Pensarían sus conciudadanos que valía la pena?
 
¿Y los estadounidenses? ¿Qué pensarían de la idea? ¿Estarían de acuerdo en aceptar la estatua? ¿Ofrecerían un terreno adecuado para construir la estatua? Bartholdi decidió ir a averiguarlo.
 
 
Capítulo 2: La isla de Bedloe
 
 
Bartholdi partió hacia EE. UU. en junio de 1871. Allí debía reunirse con personas importantes que Laboulaye conocía: hombres ricos y políticos. Eran el tipo de personas que podían hacer grandes cosas, como una gran estatua. Cuando el barco de Bartholdi entró en el puerto de Nueva York, vio la isla de Bedloe. En la isla había un fuerte con forma de estrella. 
 
Este era el lugar perfecto para la estatua de sus sueños. Situada en el puerto de la mayor ciudad de EE. UU., sería vista por millones de personas. Este lugar sería mucho mejor que un puerto más pequeño, un parque o una plaza de la ciudad. Bartholdi estaba cada vez más emocionado. Todavía no había pisado suelo americano y ¡ya había encontrado el lugar perfecto para su estatua!
 
Durante los meses siguientes, Bartholdi visitó a los amigos de Laboulaye en ciudades de todo EE. UU. La gente lo acogió en todas partes. Conoció al poeta Henry Wadsworth Longfellow y a Brigham Young, líder de la Iglesia Mormona. Cuando se reunió con el presidente Ulysses S. Grant, Bartholdi le preguntó si su estatua podía erigirse en la isla de Bedloe, pero nada se decidió con seguridad. Bartholdi le habló a todo el mundo de la estatua. Era encantador y un buen vendedor. A todos les caía bien, pero eso no significaba que les gustara su idea. Parecía algo descabellado, como un sueño que nunca se haría realidad. Sin embargo, su visita hizo que los estadounidenses hablaran de su estatua.
 
Cuando Bartholdi regresó a Francia, estaba más entusiasmado que nunca. No podía dejar de pensar en la isla de Bedloe. Antes de su viaje, había hecho algunos bocetos de cómo podría ser su estatua. Incluso había hecho pequeños modelos de la estatua en terracota, un tipo de arcilla que se utiliza en alfarería. Se parecían mucho a sus modelos de faros de Suez.
 
De hecho, su plan era hacer que su nueva Estatua de la Libertad fuera también un faro. Tal vez esperaba que una estatua tan útil pudiera atraer a los estadounidenses. Al principio, no estaba seguro de si encender la corona o la antorcha. Pero ahora que había encontrado el lugar perfecto para su estatua, era el momento de finalizar su diseño.
 
Estudió cómo otros artistas habían pintado figuras y escenas que representaban la idea de la libertad. Observó las monedas antiguas con la imagen de la diosa romana Libertas. Leyó sobre una famosa estatua antigua llamada el Coloso de Rodas. Leyó libros sobre los antiguos monumentos de Egipto que tanto admiraba. Luego pasó los siguientes meses haciendo más modelos de arcilla. Si hubiera podido mostrarle a la gente exactamente cómo se vería la estatua, quizá se hubieran entusiasmado con el proyecto tanto como él.

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Translanguaging is a communicative practice of bilinguals and multilinguals, that is, it is a practice whereby bilinguals and multilinguals use their entire linguistic repertoire to communicate and make meaning (García, 2009; García, Ibarra Johnson, & Seltzer, 2017)   It is through that lens that we have partnered with teacher educators and bilingual education experts, Drs.

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